Domingueros Viti

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Despacio, despacio...Vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Las Espundias en Cabeza del Caballo (Las Arribes del Duero. Salamanca)


Por cortesía de Sir Sebastián, oriundo de Cabeza del Caballo y gran amigo y socio del exgrupo de senderismo Pasogudina,  realizamos una pequeña ruta de Senderismo en Cabeza del Caballo "Las Espundias", de 13,5 kms. Llevaremos nuestros ricos bocadillos, fruta, agua...
Nos va a mostrar un fenómeno muy interesante y poco conocido, incluso en Salamanca.
La zona se llama Las Espundías y es un lugar, donde el río Uces, desaparece debajo de la tierra y grandes bloques de rocas, entre cuevas excavadas en inmensas moles de granito, y luego vuelve a aparecer en otro lugar más allá.
Una zona bellísima en contrastes, con una flora y fauna extraordinaria, debido a un microclima que gracias a las hoces que el río Uces ha ido excavando a su paso por el termino municipal de Cabeza del Caballo, ha hecho posible esta maravilla natural. Un robledal magnífico. A final del verano, cuando el río pierde su caudal, se puede realizar espeleología, en las cuevas que ha ido dejando el río a su paso, a través de millones de años.
La salida es a las 10,30 enfrente de la estación de autobuses, en los portales, para distribuirnos en coches.
Más información, en el siguiente enlace:












Ruta subida manualmente debido a los problemas de conexión de internet a lo largo del trayecto.
Realizada con el grupo senderista Anda Ya!

Al salir de Salamanca por la carretera de Vitigudino se divisaban nubes negras amenazadoras y por el camino cayeron los primeros goterones. Paramos a tomar el café en Vitigudino y ya habíamos dejado atrás la barrera tormentosa. Enfilamos hacia Cabeza del Caballo y el autobús nos dejó al pasar el puente sobre el Río Uces.

Desde el primer momento nos adentramos en un bosque frondoso de ribera formado casi todo por fresnos. En esta primavera las orillas son una alfombra verde de pasto fresco que da como reparo aplastar con el paso de tanta gente. Muy pronto nos encontramos con uno de esos puentes de cemento y tubos que facilitan el paso de vehículos pero afean el cauce de los ríos y arroyos. Un poco más abajo cruzamos a la orilla izquierda por la Puentepiedra, antigua y pétrea construcción de enormes bloques de granito que se conserva bastante bien a pesar del desuso y las crecidas. Seguimos por la orilla bajo la sombra de los fresnos por un cauce de agua embalsada casi siempre por pequeñas presas que forman lo que en la zona llaman piélagos, palabra con reminiscencias griegas (πέλαγος -pélagos-, el océano).

Nos alejamos un poco del cauce y atravesamos una planicie de granito en la que nos encontramos con unos chozos de piedra variados: el primero reconstruido, de planta circular y falsa bóveda de lanchas de piedra. Otro de planta cuadrada casi derruido y mas adelante uno muy original que se cobija bajo una gran roca inclinada que hace de vertiente de la mitad del tajado a dos aguas. Un ejemplo de aprovechamiento de los recursos y materiales del entorno de manera eficiente.

El bocadillo de "las once" lo tomamos en el restaurado Molino Lucas. El alcalde del pueblo tuvo la amabilidad de bajar a ponerlo en funcionamiento para que pudiéramos apreciar el sistema de molienda de grano hasta los años sesenta en casi toda España. El Uces en esta zona ha erosionado la roca granítica formando piletas y pozas muy curiosas.

Seguimos río abajo bajo los fresnos, apartando escobas, retamas, helechos y saltando alguna pared. Bordeamos durante un buen trecho el Piélago de Portocarros, embalse que forma la presa del Molino de Portocarros, en estado ruinoso pero rodeado de una vegetación exhuberante que crea un ambiente sombreado con una luz verde muy favorable para las fotos.

Del molino subimos dificultosamente a través de las escobas y retamas hasta una amplia y aburrida pista que nos dejó muy cerca de otro molino en estado de reconstrución, el Molino del Cura, con el muro de la presa adaptado para el remonte de los peces río arriba. Retornamos al camino y seguimos hasta el Arroyo Picón del Roble donde aún quedan los restos de otro molino, el de la Zarza. Saltamos la pared y seguimos el curso del arroyo, de nuevo bajo la bóveda de los fresnos y avanzando por el pasto verde hasta casi las rodillas.

El Puente Robleo es una obra pública de sillares de granito, de cierta envergadura con un gran ojo central y dos mucho mas pequeños a los lados. A la sombra del puente o de los árboles, con el agua saltando entre la piedras, dimos buena cuenta de las viandas que cada cual llevaba.

Hacía un calor bochornoso y una cuerda de tormentas iba rodeándonos por el suroeste. Los guías plantearon la posibilidad de dejar la ruta allí mismo y regresar a Cabeza del Caballo antes de que nos cayera una buena encima. Ante el acuerdo general subimos un largo trecho por el camino hasta el pueblo, a donde llegamos a media tarde.

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